miércoles, 14 de julio de 2010

A continuación, el escritor cubano Severo Sarduy nos brinda (locución mogólica) sus definiciones personales de algunos temas de los que trabajamos en nuestras clases de yoga.


BLANCO

La tela jamás es blanca. Mejor dicho, se vuelve blanca después de haber sido tocada, trabajada, frotada con piedra pomez, sin color, sin rastro de gesto alguno. Entonces aparecen los hilos, sus imbricaciones, su trenzado. La superficie que se va a pintar se orienta, se llena de sentido, de intenciones, de signos: defectos de la construcción, torpeza, tensiones, puntos no programados o no queridos. Llega el momento de unirlos, de reunirlos en un dibujo, constelación vacía, programa ciego.

Una vez visto el trazado, la tela ya es, en efecto, blanca.

Los puntos, ya unidos, hacen que aparezca una firma.



BUDISMO

Que todo lo que vive, todo lo nacido o que va a nacer; que todo lo que se mueve, grita, nada, vuela; que todo lo que respira (el gato Caruso, una hoja, tu voz, o el Rojo y naranja sobre fondo rojo de Mark Rothko); que todo lo que salta, roe, corre, trepa, clava, planea o viaja, que todo eso sea muy feliz.



COSMOLOGÍA

El espacio no es indiferente a los cuerpos que al parecer "contiene". El universo, tal como lo escuchamos, sólo parece expansión, sin límites, de un núcleo incial que estalló.

Pregunta evitable: ¿qué había "antes" del estallido?

Evitable, sí, porque el tiempo y sus molturas, esto es, el espacio, la energía, han sido "irradiados" por la explosión. Ese "antes" es impensable, y sólo se le puede enunciar -concebir- como un "barreado posterior".


ESCRITURA

Respuesta a una pregunta que se desconoce. O bien, pregunta cuya respuesta se ignora. Pero, ¿quién formula la pregunta -a qué nivel del sujeto, del engaño de su conciencia-, a quién se la plantea?

Dicho en otra forma: ¿cómo y a partir de dónde se interroga a Dios? Y si responde, ¿cómo saber a qué enigma dio respuesta?




MANDALA

En Oriente: en el origen hay un mapa de ríos y montañas. Luego -el pensamiento es discontinuo y emborrona- vienen ajustes, vinculaciones de geometrías, círculos y cuadrados, para orientar el pensamiento con la mirada.

Llenarlo, como mejor le parezca de divinidades secundarias, de colores deslavados o chillantes.

Llevarlo consigo al exilio.

Desenvolverlo en lo negro.

Hablarle.

Pedirle una sola cosa:

que nos preserve de una muerte violenta.




SILENCIO

No la ausencia de palabras, de ruidos, de sonidos. Ni se les borra ni se les hace desaparecer. Más bien el espacio que se abre entre ellos, debajo de ellos, en sus rompimientos y fisuras. El espacio tenso de ecos ante el anuncio de la palabra que va a llegar, que corta, que interrumpe, que recorta el flujo sonoro y le da significado. Sin él todo carece de alcance, de sentido.

Silencio inaudible, lame, entre vocales y consonantes.

Silencio estriado, entre las palabras.

Silencio pleno al final del discurso. Como la respuesta del mastro a la pregunta sobre el principio y el fin.

Silencio en un jardín, cerca del río.

Siguen escuchándolo las gacelas.


SUBVERSIÓN

Aislar el sentido común parece, a fin de cuentas, cosa sencillísima. Lo más difícil es desmontar palabra por palabra, pieza por pieza, el escrutador, el analista de todas esas piezas. Verlo no como unidad deifinitivamente terminada, compacta, segura, como una mirada fija y ávida de sentido, sino como un haz, como un conjunto a veces mal integrado de causas y efectos.

Doble disolución: de lo que desde el interior parece lo más "sólido": la lógica, la doxia (la opinión, como en ortodoxia, heterodoxia), el sentido común; y de lo que, en el interior, nos autoriza a "distribuir" el sentido: la unidad del yo y su inevitable secreción, el pensamiento predicativo, tabicante.


ZEN

La vela lleva su llama -metáfora-; la naturaleza de la cera "lleva" el color de la luz que vacila -metonimia-.

La combustión de la cera alimenta la de la mecha -relación de causa a efecto-.

Kuen: ¿Qué color tiene la llama cuando se apaga la vela?






Toda mi vida fui un insomne. Y más allá de que me guste la noche muchísimo más que el día, se trata de un problema profundo para cualquier cuestión práctica: trabajar en relación de dependencia, estudiar, tener una rutina estándar para mí siempre fueron utopías.


Cuando tenía pocos meses practicando yoga de manera regular fui dándome cuenta de a poco de que los ritmos biológicos se normalizaban, de que tenía energía durante el día y un sueño controlable durante la noche. Se volvió posible despertarme a la mañana y arrancar productivamente desde temprano.

Pero bueno, si tengo un acento y tengo que elegir donde ponerlo, va a ser en la belleza del insomnio. Regulemos nuestra nocturnidad. Elijamos ser felices, dejar de sufrir, que no es algo romántico ni estético: sufrir es horrible, padecer insomnio en la vida adulta es horrible. Pero es importante no olvidarnos de la noche. Durante cada segundo en que desarrollemos prácticas para regular el sueño, tengamos plena conciencia de la belleza de la noche.

Si bien la mejor receta que encontré para poder decidir cuándo dormir y cuándo estar despierto es hacer una o dos horas de yoga por día, fui dando con algunos consejos complementarios que vienen del kundalini yoga para que los tiempos de sueño no perturben nuestra sadhana, nuestra rutina diaria.

Lo primero es ir derribando el mito de las ocho horas de sueño. Perdemos mucho tiempo en las primeras etapas de nuestro sueño. Para la mayoría de las personas es normal estar preocupados, dar vueltas en la cama. Así se gasta mucho tiempo y energía. Posteriormente se ingresa en una etapa de sueño muy ligero o ensueño, que provoca más cansancio aún. Y después damos paso al estado más onírico: si bien a veces nos puede parecer que sirve de descanso, todo lo que experimentamos en sueños nos demanda muchísima energía, y por eso muchas veces nos levantamos a la mañana cansados. Lo que hay que alcanzar es un estado profundo, sin sueños. Solamente en esta etapa es cuando rejuvenecemos, nos recargamos, se renuevan las células del cuerpo, la respiración se normaliza, el oxígeno de la sangre se va limpiando, los músculos reposan sin tensiones, las articulaciones se lubrican, la mente hace silencio.




Cuando se alcanza una buena manera de dormir, hacerlo durante las supuestamente recomendadas ocho horas no es bueno. De hecho, después de entre cuatro y cinco horas y media de sueño, el ritmo de la respiración de modifica, pasando de una respiración larga y profunda a una variable, que desgasta el sistema nervioso. El estado profundo de sueño solamente dura dos horas y media como máximo, y cuanto más rápido podamos acceder a este estado profundo menos tiempo deberemos dedicar a las otras etapas. Obviamente, la mayoría de nosotros necesita cierto tiempo para poder entrar en este sueño profundo.

Un adulto que vive manteniendo un estilo de vida sano no necesita dormir más de cinco horas y media. Se dice que algunas personas que lograron disciplinar completamente sus hábitos de sueño consiguieron todos los beneficios de un sueño rejuvenecedor con nada más que 31 minutos.

Madame Curie y Edison, como otros científicos, tuvieron la costumbre de dormir "de a ratos", pero hicieron de la siesta una parte clave de su estrategia. Kennedy solía trabajar hasta las 3 de la madrugada y se levantaba a las 7:30. Yogui Bhajan recomienda a las mujeres tomar dos siestas de 11 minutos por día.




Seis consejos para prepararse para dormir:

1- Hacer ejercicio durante el día para que el cuerpo físico esté preparado para descansar. Es importante transpirar todos los días. Salir a pasear antes de dormir es un buen hábito.

2- No comer mucho, ni comidas pesadas, antes de acostarse. Si el estómago está lleno, el proceso digestivo nos mantiene con mucha actividad justo cuando todos los sistemas del cuerpo deberían detenerse y prepararse para el sueño. No cenar carnes, y si queremos comer carbohidratos es mejor hacerlo 3 o 4 horas antes de acostarnos.

3- Obviamente, hay que lavarse los dientes, pero también es importante cepillar la raíz de la lengua para eliminar las bolsas de mucosidad que se encuentran en la parte trasera de la garganta. Además esta rutina nos provoca arcadas, que provocan desprendimientos lacrimales, que previenen las cataratas.

4- No irse a la cama con sed. Tomar uno o dos vasos de agua antes de dormir, aunque eso provoque que tengamos que ir al baño durante la noche. Cuando el cuerpo está deshidratado demanda agua, y esta demanda transtorna la mente impidiendo el descanso y, a veces, causando pesadillas.

5- Lavarnos los pies en agua fría y secarlos vigorosamente con una toalla. Este proceso estimula 72.000 terminaciones nerviosas que están en las plantas de los pies y nos ayuda a preparar el sistema nervioso para la relajación y el sueño profundo. Después, pedirle a nuestras novias y novios que nos hagan un masaje en los pies.

6- Hacer algunos ejercicios de kundalini yoga o posturas sobre la espalda de hatha (lo ideal son las torsiones).




Después, tumbate boca abajo y girá la cabeza de modo que la mejilla derecha se apoye sobre la almohada. Abrí tu fosa nasal izquierda para traer energía refrescante, tranquilizante y calmante.

Respirá de manera conciente, larga y profunda por la nariz. Concentrate en ir alargando cada vez más las respiraciones. Para concentrarnos e ir limpiando la mente podemos usar un mantra: repetir mentalmente Sat con la inhalación, y Nam con la exhalación.

Después de algunas respiraciones, bloqueá con la mano tu fosa nasal derecha y respirá solamente por la fosa izquierda. Seguí haciendo las respiraciones cada vez más largas.




Cuando sientas que estás alcanzando una etapa preliminar al sueño girá sobre tu costado y continuá respirando hasta que te duermas. Es mejor dormir sobre el costado derecho ya que se pone menos presión sobre el corazón, mejora la digestión y se mantiene la fosa nasal izquierda abierta. Chequear que las caderas estén bien alineadas.



Secuencia para despertarse:

Mantené los ojos cerrados, inhalá profundamente y estirá los brazos hacia arriba, detrás de la cabeza. Respirá profundamente cuatro o cinco veces.

Estirate como un gato, doblá una rodilla hacia el abdomen y estirala cruzando sobre la otra pierna. Lo mismo, del otro lado. Es un buen movimiento para la circulación y el sistema nervioso, y se dice que equilibra el campo electromagnético.


Una vez que hiciste con los ojos cerrados todos los estiramientos, todavía estirado sobre la espalda, cubrí tus ojos con las palmas de las manos. Quedate mirando fijamente las palmas mientras las vas separando de tu rostro hasta 30 o 40 centímetros arriba. Esto permite que el nervio óptico se ajuste a la luz y la distancia y es un ejercicio que ayuda a mantener la visión fuerte.

Bajá tus manos y date un masaje con los dedos sobre la cara. Empezá por la frente con movimientos circulares y andá desplazándote desde el dentro hacia las sienes, por las mejillas y hasta la punta del mentón. Después presioná ligeramente tu nariz y orejas. Tomá algunas respiraciones profundas.



Ahora es bueno hacer una postura de estiramiento del kundalini yoga: estirá las piernas, levantalas unos 10cm. hacia arriba (incluso estando tapado con sábanas y mantas), estirá tus brazos y manos hacia los pies, mirá fijamente los dedos gordos de los pies y hacé una respiración de fuego durante un minuto. La respiración de fuego es una respiración seca, rápida (dos o tres por segundo), rítmica y continuada, sin pausas entre la inhalación y la exhalación, tirando del punto del ombligo fuerte pero relajadamente desde y hacia la columna, siempre con el pecho y el cuello relajado. Esta postura de estiramiento ajusta el punto del ombligo, que es el punto central o de enfoque para los 72.000 nervios. Es un tónico muy benefcioso para todo el sistema nervioso y digestivo, y refuerza las glándulas y los órganos sexuales.

Después del minuto de postura de estiramiento y quince segundos de descanso, llevá las rodillas hacia el pecho apretándolas firmemente con los brazos. Levantá la cabeza e intentá llevar la nariz entre las rodillas. De nuevo hacé respiración de fuego, entre 30 segundos y un minuto, bombeando con fuerza el ombligo. Esto estimula la apana, elimina las toxinas.

Todavía con las rodillas en el pecho, girá sobre el costado derecho y descansá uno o dos minutos. Esta postura fortalece el corazón.

Ya podés levantarte e ir al baño. Por ahora es mejor quedarse descalzo, así el cuerpo elimina mejor algunas energías electromagnéticas que se acumulan durante la noche. Al salir de la cama y empezar a interactuar con los objetos del mundo empezá a reencontrarte con las cosas y con vos mismo, centrándote para tu día. Este es un momento importantísimo y difícil.




Es bueno hacer caca cuando uno recién se despierta. Entonces podemos verificar cómo digerimos la comida del día anterior: si la caca flota, significa que el cuerpo absorbió todo el valor alimenticio y está eliminando lo que no se puede utilizar para construir sangre, huesos o tejidos. Si no flota, tu dieta o tu digestión (o las dos cosas) no están funcionando optimamente. También, si el color de la orina no es más oscuro que el oro podemos verificar la buena salud de los riñones.

Al lavarte los dientes, no olvides volver a lavar bien la base de la lengua. Durante la noche la boca se convierte en una superficie ideal para el desarrollo de las bacterias. Si no eliminás la acumulación de toxinas te la vas a tragar con el primer sorbo de agua del día: no te envenenes y lavate bien la boca con el cepillo frotando en todos lados, especialmente en el fondo de la lengua hasta que tosas o escupas ese moco peligroso para tu salud. Ahí hay dos pequeñas glándulas llamadas Glándulas de Mono, que segregan hormonas, y hay que limpiarlas. La mayoría de las personas toman agua antes de cepillarse, y tragan este moco lleno de bacterias y toxinas. Las lágrimas que provocan meterse el cepillo hasta el fondo, como dijimos antes, sirven para purificar los ojos y preservar la vista.





Antes de meterte en la ducha, si podés, masajeá tu cuerpo con aceite. El mejor es el aceite de almendras, que tiene muchos minerales y es absorbido rápido por el agua.

Y ahora viene el reto más grande: la ducha fría. Cuando el agua fría pega contra la superficie de tu piel, que tiene cuatro capas, toda la sangre va a correr desde la profundidad de tu cuerpo hasta la superficie, a modo de defensa, mejorando el riego sanguíneo. Esto se llama hidroterapia. Fortalece todo el sistema nervioso. Cualquier truco que te funcione para meterte al agua fría es bueno: a mí me gusta gritar.

Entrá y salí del agua cuatro veces, masajeando tu cuerpo hasta que ya no sientas el agua tan fría. Masajeá tus axilas (donde se encuentran muchos nervios) y la parte interior de los muslos (para estimular el nervio del sexo). Las mujeres también deben masajearse el pecho.

Si pensás hacer algunas posturas de hatha yoga por la mañana, podés aprovechar y calentar el agua de la ducha, para calentar los músculos y ahorrarte la entrada en calor. Pero para estos días de invierno recomiento salir directamente de la ducha fría: vas a ver cómo el cuerpo entra en calor en seguida, desafiando al clima frío.



lunes, 5 de julio de 2010



"Ese es el grave error de nuestro tiempo: dejar la mística y la política a los profesionales. La vida espiritual y la vida política no son oficios, son dimensiones irrenunciables de cada uno de nosotros. Que exigen esfuerzo: más cómodo delegarlas y luego quejarse de los delegados. Todos estamos llamados a realizarnos en ellas. Sólo si somos todos políticos y monjes podremos realizarnos plenamente como personas. Si no, somos incompletos."

Extracto de una entrevista a Raimon Panikkar.



El siguiente texto forma parte del examen con el que finalicé los seminarios de perfeccionamiento para instructores y alumnos avanzados de yoga a cargo de Adriana Paoletta.





1 - Cuál es tu visión personal del Oriente?

Antes que nada, me interesa aclarar que debido a la potencial amplitud de esta pregunta, su complejidad, su tamaño, elegí economizar y elegir solamente los temas que considero más importantes en el momento de pensar en una consigna semejante. Dedicarme a responder en toda su complejidad sobre mi visión de oriente hubiera demandado un examen aparte, un ensayo o un libro.

Me gustaría, como utopía o como búsqueda, poder vivir y practicar y enseñar yoga sin ver una disyuntiva o una polarización entre oriente y occidente, consumiendo y estimulándome con productos que vengan por igual de cualquier lugar del mundo sin que eso haga una diferencia en mi manera de percibirlos y, por supuesto, transformando al yoga que yo practico en una práctica que no tenga nada que ver con la geografía. Pero lo que impide algo así es la praxis: oriente y occidente tienen dos historias muy distintas y diferenciadas, tanto filosófica como estética y políticamente. Y dos futuros que espero que confluyan y se mezclen, pero del cual no tiene sentido hacerse cargo hoy más que como una expresión de deseo. Pero en este momento histórico sí nos podemos hacer cargo de vivir un momento eje, clave, de cambio y transición. Hace pocas décadas occidente se empezó a interesar por oriente: a mi entender, esto es porque occidente está cada vez más occidentalizado, y está occidentalización es una perspectiva que tiende a cerrar las miras, que tiende a centralizar ideas hegemonizando mediante jerarquizaciones que si bien la posmodernidad complejizó siguen siendo una realidad cada vez más naturalizada y aceptada, acentuándose cada vez más por elementos tales como las especializaciones académicas o los medios de comunicación: jerarquizan, como decíamos, la información, estimulando un sistema social que tiene cada vez más de máquina y menos de humanidad. Y dentro de esta realidad, de esta centralización, aparecieron primero como una moda y después como un nuevo sistema filosófico (todavía no del todo aceptado por las academias) las traducciones occidentales de las religiones y las ideas orientales, que en un movimiento interesante ofrecen una manera de mirar la realidad ex-céntrica o des-céntrica, excentralizadora y descentralizadora. Por supuesto tengo que convenir en que no siempre las traducciones de los cuerpos teóricos orientales fueron convenientes: en los '60, cuando empezaron a llegar estas ideas que en seguida constituyeron el movimiento new age, todos estos libros orientales se organizaron en estantes occidentales. La primera consecuencia de esto fue un mal entendimiento de la materia que llegaba incompleta: se hizo un esfuerzo por comprender desde la filosofía, la historia o la ciencia a un cuerpo de teorías que habían nacido en un contexto sin filosofía, sin historia y sin ciencia, y que ni siquiera estaban familiarizadas con la división occidental entre teoría y práctica. Esta mala interpretación convirtió a estos libros en una materia que, por incompleta y desubicada, quedó inconsistente y expuesta a ser interpretada, digamos, de cualquier manera. Y esa manera fue una consecuencia de las necesidades políticas del momento: se promovieron el conformismo, el misticismo gratuito y la debilidad conceptual, satisfaciendo las demandas de una clase instituída que necesitaba diluir al inconformismo, al compromiso social y a distintas fuerzas que surgían de formaciones intelectuales sólidas.



Así como es la praxis lo que me impide decir que no existe una separación entre oriente y occidente como me gustaría, es también la praxis lo que me impide hablar de oriente desde oriente. Realmente, veo fuera de mi alcance reflexionar sobre las filosofías orientales en sí, como sí puedo reflexionar sobre la visión occidentalizadora de las filosofías orientales, sobre la traducción del oriente al occidente. Y es en esa grieta donde resido y pienso. Porque cada palabra que leamos de un texto, por ejemplo, indio, es una palabra distinta en India que en Argentina: no es lo mismo referirse al amor en India que en Argentina, las palabras tienen una historia que condiciona su significado, residen en inconcientes colectivos de manera arquetípica y todo esto está atravesado por lo cultural, ergo, por lo ideológico. Una metáfora no carga con la misma efectividad ni belleza en India que en Argentina. Entonces, cuando leo libros de filosofía oriental, no puedo ni por un segundo olvidar que soy un argentino leyendo un libro de filosofía oriental, para aplicarlo a problemáticas argentinas y no orientales. Es un movimiento interesante y complejo: las ideas de estas filosofías dejan de ser lo que fueron al ser gestadas e incluso al ser transmitidas para tener un valor distinto, un significado distinto. Podemos decir y con razón que esto sucede siempre que se subjetiviza una idea, sea oriental u occidental, que las ideas no son ideas en sí sino que residen en la interpretación personal y que eso no hace diferencia entre una idea occidental o una oriental. Pero yo pienso que tenemos que intentar, aunque sea como aspiración suprema, a la universalidad, a la responsabilidad social, y que cuando leemos un texto y lo ponemos en práctica en nuestra vida tenemos que, aunque sea forzadamente, ponerlo en práctica socialmente, bajarlo a la realidad concreta. Y es esta realidad concreta que me atraviesa la que subjetiviza las ideas orientales, y no yo ni mi ego ni mi experiencia particular.
Por supuesto, cuando hablo de oriente me refiero a India, Japón y China (al resto lo desconozco casi por completo), y cuando hablo de occidente a las culturas europeas. En esta consigna decidí omitir al problema del latinoamericanismo, del africanismo o del colonialismo por cuestiones de espacio.



Para ir redondeando, hay dos doctrinas particulares que yo, personalmente, estoy buscando traducir y aplicar a mi contexto, y ellas son el budismo zen (la práctica del zazen) y el hinduismo (la práctica del yoga).

Del budismo zen hago una lectura individualista y del hinduismo una lectura social. Del zen, desde la lectura que me da mi contexto sociohistórico, busco unificar el nada último a la continuidad de la búsqueda de ese nada, la consonancia esencial entre esas posibilidades y sus formas mutables durante la continuidad del ser en una búsqueda que nunca va a ser solamente su resultado, sino, a lo sumo, el resultado más la búsqueda que lo precedió, que no es menos importante. En resumen, no hay, para mí, en un budismo porteño, una meta definida, un nada, sino un movimiento cuya meta es nada, sin duda, pero que considerado en su totalidad difiere de ese nada al que tiende. Y me es moralmente necesario poner en duda el valor de la búsqueda del conocimiento, y subordino occidentalmente el pensamiento a la historia, ya que, a mi juicio, la moral se identifica con la historia de la prohibición, y esta búsqueda es en su fondo una búsqueda moral. Y esa es a mi criterio otra diferencia importante que se da a los textos orientales dentro de su lectura occidental: el agregado de la moral como bien supremo, cada vez más importante mientras occidente se siga occidentalizando.

Por su parte, del hinduismo busco encontrar la manera de ver el movimiento natural de los objetos, y el sonido que desprenden estos movimientos. Si durante el zen pongo mi fe en el silencio creyendo que en el fondo de todas las cosas hay silencios particulares, en el hinduismo pongo mi fe en el movimiento y en la posibilidad de moverse como y con el todo, de una manera, digamos, correcta o natural para cada uno acá; donde en el zen hay una nada, un silencio o una oscuridad, en el hinduismo hay un órden, un movimiento en expansión del universo al que podemos acoplarnos; no está la búsqueda del silencio sino de una música unificadora, de la música que subyace en cada cosa y la sinfonía de todas las cosas, que se gestó con el todo y va a morir con el todo. Encontrar las respiraciones, los sonidos verdaderos de cada cosa. Si en el zen la unidad proposicional es la pregunta, en el hinduismo lo es la respiración: lo inevitable, lo que es así y con lo que hay que aprender a moverse. Por eso en el zen veo una filosofía del individualismo (o de los individualismos, aunque sea en consonancia) y en el hinduísmo una filosofía social, es decir, que estudia o puede estudiar un conjunto de objetos y su interrelación primera, no como algo futuro o idealista, sino más bien como una tendencia siempre hacia el orígen, hacia la verdad.

El fin último de una búsqueda semejante supongo que es, como parte de algo inmenso, cambiar la oración en la que Camus dice que la historia de la humanidad es la historia de la guerra por una paráfrasis que se referiría a que la historia de la humanidad es la historia de la empatía: del amor.